Cinco años en cinco segundos y ¡nada!

Desde que nos separamos, me atormentó la idea de pensar en lo que sucedería cuando nos volviéramos a encontrar. A decir verdad, el hecho de que nuestros amigos en común me hablaran de ella, siempre alimentó mi angustia. ¿Me daría gusto? ¿miedo? ¿Ella sonreiría o trataría de evitarme? ¿Me hablaría? ¿Qué le contestaría? Sentiría lo mismo que yo o confirmaríamos que todol lo que pasó sólo sirvió para reconocer que separarse fue un error. ¿Guardaría rencor? Después de todo, encontrarse después de tanto tiempo con alguien con quien viviste algo tan profundo no tiene por qué ser una cosa común. Mi mayor temor era no saber qué hacer. Cómo enfrentar un saludo casual. Cómo resistir tomarla y besarla. Qué dificil.
El sábado, de regreso del bazar de San Ángel, tomamos camino hacia el periférico. Siempre que estoy en la zona volteo para buscarla, no sé, sentía que el destino me castigaría un día y me obligaría a verla feliz. Feliz sin mi. Esta vez, uno de esos momentos de búsqueda fallidos la puso frente a mi. La reconocí de inmediato. Fue una sorpresa descubrir que aún se viste como siempre. Se veía feliz. Reía. Todo sucedió en segundos, pero bastaron para dejar, finalmente, en paz la duda que me carcomió tantos años pensando qué podría pasar. No paso nada. Yo seguí mi camino, feliz de saber que está bien. Ella no me vio. Pasé muchos años pensando qué podría pasar y no pasó nada. Bueno, sí pasó. Me siento algo liberado por hacer algo que debí hacer desde hace mucho tiempo. Estoy contento.